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La noche envolvía las trincheras y no se podía distinguir nada a dos metros. Los escasos supervivientes de la diezmada guarnición de Phentos VII estaban aterrorizados ante la idea de una nueva avalancha de gantes, la ciudad ya estaba casi por completo en ruinas y la defensa de lo poco que quedaba de ella se había cobrado ya un alto precio en vidas pero a pesar de ello ese seguía siendo su hogar y aunque no quedasen ya oficiales que mandasen a los pocos hombres del 37º regimiento del sistema Pterln y el mando absoluto de los que se encontraban allí recaía sobre los cansados hombros del sargento de primera Limsen todos (algunos mas que otros) se resistían a irse de allí.
Mirando hacia la ciudad en ruinas desde las afueras donde se encontraban parecía mentira que solo unos pocos días antes aquella fuese una ciudad en la que se llevaba una vida normal. Phentos VII era un mundo agrícola y aquella era su capital, una ciudad activa llena de gente, niños jugando a ser soldados en las plazas o en las mismas afueras de la ciudad donde ellos se encontraban ahora y donde de pequeños muchos de ellos habían jugado a lo que se habían acabado convirtiendo algunos todavía lo recordaban y no podían evitar que se les saliera una sonrisa irónica al pensar en ello.
De repente alguien abrió fuego en el extremo sudeste de la trinchera y el sargento Limsen se acerco a ver que ocurría, solo era un muchacho aterrorizado por las sombras de la noche. Era difícil tranquilizar a un pobre chico de apenas 18 años que acababa de alistarse y tras hacerlo, no había caminado ni cinco metros hacia su posición cuando tras suyo hubo una explosión y algo le golpeo en la espalda tirándolo de bruces al suelo. Cuando el sargento se levantó toda la trinchera abrió fuego y lo primero que vio Limsen fue el rostro del chico con el que acababa de hablar mirándolo, le faltaba de medio torso para bajo, miro al frente de la trinchera y los disparos que se sucedían desde ella hacían que la noche ya no fuese tan oscura, todo estaba iluminado con destellos que parecía que estuviesen en medio de una tormenta. Tras fijarse un poco mas pudo distinguirlo:
-¡Minas espora! No dejéis que se acerquen, -su voz resonó con un eco perturbador en toda la trinchera- ¡no disparéis a lo loco! ¡Disparad a las minas!
Pero el bombardeo cada vez se acercaba más y no conseguían acertar lo suficiente a las minas que se aproximaban más y más flotando en el aire. Las explosiones se sucedían cada vez mas cerca de la trinchera y algunos soldados salían volando por los aires mientras que otros se tiraban las manos a la cara por las salpicaduras de ácido de algunas de esas criaturas engendradas con el único fin de explosionar al acercarse al enemigo. De pronto lo llamaron por el intercomunicador:
-¡Sargento, sargento!, rápido, venga aquí, tiene que ver los sensores.
-Voy de inmediato cabo.
El sargento Limsen corrió tan rápido como pudo cruzando la trinchera hasta llegar a donde se encontraba el cabo Marthan.
-Informe cabo -dijo esto mientras todavía se agachaba para cubrirse de una explosión cercana.
-Señor los sensores se han vuelto locos, tenemos una gran cantidad de actividad justo delante de nuestra posición, parece ser que han caído el resto de puestos de resistencia y nos atacan con todo su potencial.
-No creo que podamos resistir ese empuje ni una hora -esta voz le vino a Limsen desde detrás-.
-Eso es discutible cabo Valk -se giro para mirarlo a los ojos-, pero no es el mejor momento para hacerlo.
-Espere señor, hay mas, -el cabo Marthan dijo esto acercándole la pantalla de los sensores al sargento- hay varias señales débiles detrás de nosotros.
-Uhum -Limsen se quedo mirando al cabo con expresión grave y seria- no creo que eso deba preocuparnos ahora, será un grupo de genestealers que han penetrado en la ciudad, este atento a esas señales e infórmeme.
-No creo que se trate de eso señor, avanzan demasiado rápido y son señales demasiado voluminosas para tratarse de gárgolas.
Mientras los dos suboficiales discutían esto el bombardeo se detuvo y se quedaron mirándose fijamente. De pronto la alarma de proximidad de los sensores salto.
-Ya están aquí.
Desde donde se encontraban el sargento pudo comenzar a distinguir el avance de la progenie directamente hacia ellos.
-¡Cabo! ¿Cuánto tardaran en llegar esas señales a nuestra posición?
-A esa velocidad yo diría que unos cinco minutos sargento.
-Bien deje eso y dispare, -Limsen miro a ambos lados de la trinchera- ¡abran fuego!
Con la orden del sargento toda la trinchera comenzó a disparar. Comenzaba a amanecer justo detrás de ellos, lo cual los ayudaba ya que frenaba el avance de los gantes pero a pesar de ello y la lluvia contante de disparos que les caían desde la trinchera la oleada de tiránidos continuaba avanzando sin parecer que importase mucho la cantidad de cadáveres que quedaban a su paso.
Cuando la progenie ya casi había llegado a las trincheras comenzó a sonar de nuevo la alarma de proximidad de los sensores. Entre todo el estruendo de los disparos y los gritos, Marthan lo escucho y miro a la pantalla se giro hacia su sargento:
-¡Señor! Las marcas ya han llegado.
-Por fin sabremos que se nos viene encima –Limsen se giro para poder ver lo que se les acercaba.
CONTINUARA...
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